Déjame que te cuente...
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El señor Max, un anciano distinguido de frondosa barba y cabellera blanca, y vestido con un traje impoluto aunque ligeramente anticuado, se presentó una mañana en el banco con la idea de retirar todo su capital. Fué una decisión repentina, a causa de un mal despertar, la que le condujo con paso firme y gran determinación ante las puertas giratorias de ese búnker de acero, cristal y mármol.
Luego de dar una docena de vueltas y ya bastante agobiado y mareado, consiguió escapar del diabólico molinillo y ser proyectado o aspirado al interior del banco.
Como hacía muchos años de su última visita, le sorprendió enormemente lo cambiado que estaba todo. Ni caja fuerte visible, ni cristal blindado ni largo mostrador de madera ni confortables butacas de piel ni contables ni cajeros.. En su lugar una enorme y paciente fila (la mayoría jubilados) guardando su turno frente a una mesita con dos frágiles sillas tras la que aparecía una joven que se ocupaba, al mismo tiempo, de los clientes, el teléfono, el ordenador, el correo y la máquina de detectar moneda falsa.
Pasaron los minutos y esa tardanza en atenderle alteraba más aún los ánimos del señor Max, ya molesto de antemano por el poco crédito que el banco le concedía, el menosprecio a su dignidad y la falta de consideración e interés con que los usureros le pagaban por haberles entregado su capital.
Primero imaginó que los empleados estarian de huelga y que la joven tan atareada, constituiría, ella sóla, los servicios mínimos. Pero enseguida cayó en la cuenta de que era el propio banco el que había adoptado esa fórmula, de manera deliberada y permanente en su relación con la clientela.
Los millones de horas que entre todos -pensó el señor Max- le cedemos a los bancos, se convierten en muy rentables jornadas productivas y disminución de nóminas, todo a a su favor...Tiempo es dinero: el que nosotros perdemos, ellos lo ganan..
Cuando finalmente le llegó el momento de hablar, el señor Max reclamó con vehemencia su capital. Pero la joven le contestó que para retirar tan pequeña cantidad no era necesario guardar cola, que podía servirse él mismo en el cajero automático: "Introduzca la libreta y siga las instrucciones, es fácil" -le dijo sin apenas dirigirle una mirada-
Cuando finalmente le llegó el momento de hablar, el señor Max reclamó con vehemencia su capital. Pero la joven le contestó que para retirar tan pequeña cantidad no era necesario guardar cola, que podía servirse él mismo en el cajero automático: "Introduzca la libreta y siga las instrucciones, es fácil" -le dijo sin apenas dirigirle una mirada-
.. Esa mañana tuvieron que llevarse al señor Max en ambulancia, sedado y atado a una camilla, porque montó un grandísimo escándalo golpeando a diestra y siniestra con su bastón después de intentar forzar el cajero y pedir a gritos que liberaran de esa claustrofóbica celda al pobre operario que, desde adentro, manipulaba su libreta, tecleaba raros mensajes en la pantalla, e introducía los billetes por la ranura..
Buen fin de semana...;)
16 Comments:
Tiempos modernos, Azzu, no nos acostumbraremos.
Ahora, para mí el mayor milagro es la Aspirina. Y ya han pasado años.
Que te duele el pie, te la tomas y baja, psssss, hasta el pie.
Que te duele la cabeza, pssss, y sube a la cabeza.
Que te duelen las muelas y, psss, ni sube ni baja.
¿Quién le dice dónde debe ir?
Buen finde balear. Besorrios.
Jajaja... eso no es ciencia ficción, a mucha gente mayor le pasa con los adelantos técnicos. Mi abuela sin ir más lejos, flipa cuando ve personas gigantes o perros que hablan...!
Buen week-end.
Salud/OS
Avances vertiginosos...; feliz fin de semana.
es cierto, yo tambien enredo con esa maquinita, contesto al telefono, etc. etc. y aun mas que el viejete ni se imagina.
Ja ja ja
en la sencillez colocamos a veces tanta dificultad. Nos quedaremos atrás nosotros también dentro de unos años?
Un saludo
....
Muy buena historia, buen ritmo de narración.
Así es mi Mamá, negada a la nueva tecnología, y no porque sean tontas las personas de la tercera edad, sino porque no creen que se les faciliten en nada las cosas.
Gracias por tu visita a mi choza.
Volveré.
Pobre hombre...qué tragedia puede resultarnos lo simple, cuando no conocemos las posibilidades.
Cuántos señores Max existen...existimos, en diferentes sentidos.
Cuidate, no vayas al banco! :)
Besote y buen fin de samana!!!! Saludos a Max...jaja!
Pobre hombre, los tiempos avanza y cuando vea que son euros en vez de pesetas ya le da un infarto. Un saludo.
jajajjaja azzu!
asi de repente me siento yo...
sin comprender como es que sobrevive la infeliz que vive tras mi teléfono cuando dice...
el numero que usted marcó esta ocupado...
mil besos!
feliz finde:)
Eso es real... Mi padre trabajaba en un banco, eran 32 personas en aquella oficina. Hoy son 5 trabajadores... y...muuuuuchass máquimas...
besos
jajajaja....aayy..pobrecito el señor Max, realmente la tecnología es algo complicado de asimilar para las personas de tercera edad.
Muy divertida tu narración
Un besito.
Deja que te cuenta que me sorprendes...siempre me ubicas de esta realidad: dura, tajante y a veces sin remedio.
Abrazos con toda esta modernidad que nos impera...
Gracias Clarice;) gracias a tod@s! Nacho, el_Vania, Itoitz, Erik, Modes, Mafalda, Feri, Cucoalmería, Cielo, De Cenizas, AngelDreams; un beso enorme..
Lo que ha cambiado la vida...Pobre señor Max.
Besitos
a veces la tecnologia no es la felicidad...
Saludos
Trini, Noa.. un beso amigas, feliz semanita santa;)
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